Que Chile haya reducido la pobreza desde un 13,7 a un 10,7% en el período 2015 -2017 es una buena noticia, de acuerdo con las cifras del último informe “Panorama Social de América Latina 2018” de la CEPAL.
No obstante, el dato también debe entenderse como una voz de alerta. La forma en que se manifiesta hoy la pobreza dista mucho de lo que entendíamos hace algunos años y, lo que se reproduce persistentemente, es la desigualdad; es decir, el pobre logra dejar la pobreza con menor velocidad que la que el rico amasa mayor riqueza.
A nivel latinoamericano, el estudio indica que, en 2017, hubo un fuerte incremento en la extrema pobreza, condición en la que cayeron más de 52 millones de personas, equivalentes al 10,2% del total de América Latina, el porcentaje más elevado desde el año 2008; mientras que la pobreza general, afecta a un 30% de sus habitantes, o sea, unos 180 millones de personas.
El análisis también muestra los exiguos salarios del 40% de la población en esta parte del mundo, lo que se acentúa mucho más cuando se trata de jóvenes y mujeres. En esa misma línea, los datos muestran una menor participación de las mujeres en el mercado laboral (50,2%), respecto de los hombres que superaron el 74%.
Ante un panorama de incertidumbre y cambio, es prioritario potenciar las políticas públicas en el mercado del trabajo, pero con un enfoque global, orientándose al desarrollo de más y mejores capacidades que permitan de verdad no solo hacer frente a los riesgos, sino que aprovechar nuevas oportunidades. Hay consenso en la necesidad de superar la pobreza, pero ello no basta para orientar la política social.
Catalina Maluk
Directora Escuela de Economía y Negocios, U.Central