El 21 de Mayo de 1879, durante el Combate naval de Iquique, se enfrentaron dos figuras emblemáticas de la historia sudamericana: el capitán chileno Arturo Prat y el almirante peruano Miguel Grau.
Aunque estuvieron en bandos opuestos durante la Guerra del Pacífico, sus acciones en aquella jornada revelaron una dimensión poco habitual en tiempos de enfrentamiento: una relación marcada por el respeto, la humanidad y una ética compartida en el campo de batalla.
Así lo destaca Andrés Goycoolea, historiador y asistente de contenido de Extensión Cultural de la Universidad de los Andes (UANDES): “La relación entre Prat y Grau es una de las expresiones más claras de humanidad en medio del conflicto. Ambos representaron lo mejor de sus naciones, no solo por su valentía, sino por la manera en que entendieron y respetaron al enemigo”.
EL RESPETO ENTRE AMBOS
Tras la muerte de Prat, ocurrida al abordar el Huáscar, Grau no solo ordenó rescatar a los sobrevivientes de la Esmeralda, sino que además hizo llegar a la viuda de Prat, Carmela Carvajal, sus pertenencias personales junto a una carta que reflejaba admiración y pesar. “El valiente capitán de la Esmeralda murió como un héroe en la cubierta de este buque. Hice un esfuerzo supremo por salvarlo, pero desgraciadamente fue ya tarde”, escribió Grau.
Según Goycoolea, este tipo de gestos son claves para entender el legado del marino chileno: “Más allá del acto heroico en Iquique, la figura de Prat ha sido reconocida internacionalmente como un símbolo de sacrificio y virtud. Lo demuestra su presencia en el Museo Naval de Etajima, Japón, donde se exhibe su busto junto al del almirante británico Horacio Nelson”.
El vínculo entre ambos marinos tenía antecedentes. En 1866, durante el Combate naval de Abtao, Prat y Grau lucharon como aliados contra la armada española. “Es un episodio menos conocido, pero profundamente simbólico: antes de ser enemigos, fueron compañeros de causa, esa historia común en defensa de América forja la base de una admiración recíproca que sobrevivió a la guerra”, concluye el historiador.